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jueves, 25 de diciembre de 2014

FELIZ NAVIDAD! Plan de celebración para dos cuando estas lejos de casa

Pues nada, aquí estamos mi Sr. Marido y yo durante las fiestas de Navidad. A mí esto de que estemos los dos solos se me hace bastante raro, porque en mi casa siempre nos juntamos mínimo 20 personas en Nochebuena para cenar y hay mucho ambiente (y bullicio, todos hablamos a la vez mientras de fondo suena “Feliz Navidad” de Boney M, es una tradición navideña que tenemos), así que se nota bastante la diferencia. Y esto por no hablar de cuanto echo de menos a mis Queridos Padres y a mi Hermana, la macro-cena de Nochebuena con tíos, primos y yayos, abrir regalos todos por la mañana, tomarnos un desayuno familiar que, yo no sé cómo, pero acaba en unas charlas filosóficas y emotivas maravillosas entre mi madre y yo, mientras nos tomamos otro café…

No me malinterpretéis, porfa, no es que con mi Sr. Marido no me lo pase bien, pero ea, son cosas que se echan de menos.

Para no notar tanto la distancia, desde primeros de diciembre empezamos a hacer tormentas de ideas para ver que íbamos a hacer durante las fiestas. Este año, hemos estado entretenidos con paseos por algún mercado de Navidad y por Vieux-Port, que entre las luces, la nieve y la pista de patinaje con vistas a la ciudad, esta precioso. Merece mucho la pena darse una vuelta a pesar del frío, que tiene solución fácil y es meterte en alguna de las cientos de cafeterías tipo Starbucks que hay por todos lados: Van Houtte, Second Cup, Tim Hortons...(Por si os lo preguntáis, no, no hemos patinado AUN, nos da un poco de cosica).

Arriba: Place Jaques Cartier, Patinoire y lumbres en la Place Cartier
Abajo: Marche Casse Noisette y cafes en un Cafe Van Houtte de Vieux-Port.

Pusimos la decoración de Navidad el ultimo finde de noviembre y enseguida empezaron a llegar regalos (Amazon se ha forrado con todos nosotros y el cartero ya me conoce). Además, compramos un calendario de Adviento de LEGO StarWars, así que nos lo hemos pasado bomba todo el mes montando monigotes.

         

Y ayer por la noche ya preparamos la mesa, con su mantel de Navidad, copas, servilletas de tela y velas. Este año teníamos ganas de probar cosas exóticas y hemos comprado vino australiano. Además, el menú incluye cosas como rollitos de primavera caseros, latkes (tortas de verduras, huevo y harina). También croquetas, que a vosotros os parecerá de lo más normal, pero yo no he hecho en mi vida y  tuve la brillante idea de hacerlas al horno, las deje demasiado tiempo y quedaron como veis en la foto: planas. Pero oye, que nos las comimos igual y nos estuvieron riquísimas.

Como nos gusta mezclar tradiciones, esta Nochebuena/Navidad hemos comprado Tronco de Navidad de dulce. Este lo compramos en Fous Desserts, la pastelería donde desayunamos los sábados, y es de avellana y caramelo. Para chuparse los dedos, vamos.


Hoy por la mañana nos hemos despertado pronto y yo, que soy la loca de abrir regalos, he empezado a cansinear con el “Venga, Marido, vamos a abrir regalos, que ha venido Papá Noel!” Y los Papás Noeles que mandan regalos a esta casa se han portado muy pero que muy bien este año. Han caído cómics, música, un termo para café/te, una zapatillas de estar por casa DeValverde (los que no conozcáis la marca, andar con ellas es como andar sobre ponis, unicornios, perritos y nubes de algodón. A mi abuela le gustan y es como el tomate frito, si a mi abuela le gusta, eso es garantía de calidad) y una figura de Sharknado (sí, soy muy fan de la saga, que pasa?) que parece ser que a mi Sr. Marido le ha costado un montón encontrar y, por ello,  ahora mismo lo quiero un mucho, mucho, mucho. 


Y esta es nuestra Navidad. Espero que la vuestra también haya sido especial, estéis solos o acompañados. Felices Fiestas!

SaraE

PD: Os pido perdón por si os han sangrado los ojos con alguna falta de tilde o de signos de interrogación/exclamación. Estoy con un teclado ingles y no tengo ni idea de donde están esas cosas todavía.

jueves, 6 de noviembre de 2014

Castahalloween: mezclar tradiciones es MUY divertido.

El viernes pasado fue Halloween. Yo siempre he sido mucho de celebrar la Castanyada y casi todos los años hago un montón de panellets (mi Sr. Marido, a quien le gustan mucho los dulces, da buena cuenta de ellos). También me gusta lo de ir el día de Todos Santos al cementerio de mi pueblo, que se llena de flores y está bien bonito, y en el que te encuentras a todo el pueblo que ha ido a lo mismo que tú. Mi momento favorito eran esas conversaciones que empezaban con:

Señora: Y tú, nena, de quién eres?
Yo: Yo soy la nieta mayor de la Custodia.

Y después la señora en cuestión te hacia una genealogía completa de tu familia materna y paterna. Hace ya un tiempo que no voy y no se si ya a esta edad seguirían preguntando, pero siempre me ha impresionado cuanto sabe la gente de mi pueblo de todas las familias residentes (algunas personas saben hasta quien eran tus tatarabuelos, con nombre, apellidos Y APODOS).

Ahora que vivimos en Canadá, también hemos integrado la tradicional celebración de Halloween. Así que una semana antes de Halloween llega mi Sr. Marido y dice:

Sr. Marido: Oye, y por qué no hacemos un Halloween DE VERDAD?
Yo: Vale, pero con panellets.


Así que, además de hacer panellets, empecé a maquinar decoración, comida temática y peli de Halloween.


Halloween en mi barrio es un poco inexistente, porque es bastante céntrico y esta principalmente habitado por gente europea, así que apenas he visto casas decoradas, aunque algunas sí que tenían una decoración impresionante. Las familias que celebran Halloween solo llaman a las puertas de las casas decoradas. En otros barrios, sobre todo residenciales, sí que es una auténtica fiesta y prácticamente todas las familias participan.




Aunque nosotros no decoramos fuera, decidí tirar la casa por la ventana y me fui al Dollarama, el todo a veinte duros de Canadá (fui una niña que creció con la peseta, lo de ‘todo a un euro’ siempre me ha sonado raro, raro, raro) a aprovisionarme de tonterias varias decorativas. No sabéis lo entretenido y adictivo que es colocar las telas de araña, vienen en un paquete pequeño y tú te tienes que dedicar a estirarlas y, en el proceso, se te van enganchando por todos lados. Te echas a reír como una histérica pensando que mola mil, pero que a ver mañana como vas a despegarlo de las pantallas de las lámparas.


Para ambientar la comida, además de comprar zumo de tomate para beber y hacer minihamburguesas con el queso cortado como una calabaza, cambie la patata de los panellets por boniato, para que quedaran más naranjitas y así pude hacer algunos panellets-calabaza. Bueno, al menos intente darles esa forma, aunque creo que en futuros Castahalloween tendré que ir mejorando la técnica de darles forma de calabaza.


Y que mejor manera de acabar de ambientar nuestra noche que ver una peli de Tim Burton? Frankenweenie!


miércoles, 16 de octubre de 2013

30 Cumpleaños Muy Feliz

Este pasado 30 de septiembre cumplí 30 años. Aunque normalmente soy de esas personas que celebra sus cumpleaños muy discretamente, lo de cumplir 30 sonaba a palabras mayores. Conforme pasaba el verano, empecé a hacer planes con mi Sr. Marido para hacernos una escapada a Ottawa y celebrarlo a lo grande los dos. Sin embargo, pensé que también me habría gustado echarme unas cañas con amigos o un día campestre con mi familia entera. He de confesaros que me puse un poquito triste pensando que sería un cumple sólo parejil. Pero… ¡qué lejos de la verdad! Aunque uno esté lejos, aunque uno SE SIENTA lejos, hay mucha gente que piensa en ti y que no puedan estar físicamente contigo no significa que no ESTÉN contigo. Se ha convertido en el mejor cumpleaños de mi historia.


Gracias a todos los que el día de mi cumple o los posteriores me mandasteis un wassap, me llamasteis por teléfono o escribisteis un post en FB.

Gracias mi hermana M que me mandó un mail precioso recordándome muchos momentos que hemos vivido juntas. Hasta las peleas de pequeñas suenan ahora divertidas y entrañables. J

Gracias a todos los que me habéis escrito CARTAS. Se me saltaban las lagrimitas cuando al abrir el buzón veía 3 o 4 cartas juntas de gente muy querida para mí. Mi cartero seguro que alucinaba, venga a traer cartas desde España a mi buzón. He recopilado la friolera de 28, llenas de cariño, recuerdos y donde me contáis como estáis. Entre ellas hay una felicitación de mi yaya con flores dibujadas en los márgenes, otra de una perrita chiquitilla, saltarina y monísima y cartas con fotos que ya están con imanes en mi nevera.


Gracias a mis Queridos Padres porque, sin saberlo yo y compinchados con mi Sr. Marido, vinieron OTRA VEZ y POR SORPRESA con mi Suegra (doble sorpresa, mi Sr. Marido no lo sabía) a pasar con nosotros una semana. Estoy segura que nuestras caras debieron dignas de foto para la posteridad. Se vinieron con un Kit Paellero en la maleta y hubo fiesta con vino español, paella y tarta de chocolate. ¡Hat-trick! (Atención al cojín de punto de cruz de La Comunidad del Anillo. ¡Es genial!)

Y gracias a mi Sr. Marido porque pasamos 3 días maravillosos en Ottawa, vimos un montón de museos y lugares, nos lo pasamos bomba y, como siempre, me hizo un regalo con el que acertó completamente. Además, el día de mi cumple nos echamos una de nuestras ya tradicionales partidas conjuntas al Lego Señor de los Anillos.

miércoles, 9 de octubre de 2013

El Choque Cultural

Se acabó el verano. No sé si los que andáis por tierras más cálidas, como España, podéis decir lo mismo, pero aquí, DEFINITIVAMENTE, ha llegado el otoño. Las hojas se están volviendo de tonos rojos, se están cayendo a montones, y por las noches ya llegamos a los 4-5 ºC. Vuelve a apetecer estar en casa tomándose un té o un café calentito.


Tengo muchas cosas pendientes de contar, pero vamos por partes, ya que algunos acontecimientos muy felices que han ocurrido en el mes de septiembre tienen su origen, en parte, en un proceso que pasamos todos los que cambiamos de ciudad, región o país, llamado “Choque Cultural” y que me gustaría explicaros un poco, desde mi experiencia personal.

La primera fase, llamada Luna de Miel, se experimenta cuando llegas a tu nuevo hogar y te pones a curiosear y explorar más como un turista que como un residente, buscar tiendas, conocer tu barrio, investigar actividades de entretenimiento, empezar a entender la cultura del lugar y, en mi caso, vas por ahí dando patadas a la nieve muy felizmente porque nunca has visto tanta nieve junta en tu vida.

Conforme te vas asentando aparece la fase de “bajón”. Empiezan a aparecer dificultades, cosas que en tu país funcionan mejor y que aquí te ponen de mal humor, empiezas a ver que hay barreras culturales (y, en Québec, también idiomáticas). Yo, que además soy muy familiar, desde principio de verano empecé a echar mucho de menos poder ir a visitar a mis padres y a mis suegros, pasar algún finde de piscina y paellas con mis primos y tíos,  ir a Barcelona a ver a los amigos o escaparme a la playa (una playa “de verdad” soleada y mediterránea) un fin de semana. Te sientes muy lejos de todo, bastante solo (aunque mi Sr. Marido es un sol y me cuida un montón) y te preguntas: ¿Qué hago aquí? ¿Y si nos hemos equivocado? ¿Por qué nos hemos ido tan lejos de todo y de todos? Es cierto que, como hemos venido en “pack matrimonio” no es tanta la soledad, pero sientes que has dejado atrás una parte importante de ti.

Después, cuando asimilas tanto la parte buena como la mala, empiezas a plantearte qué quieres hacer y buscas los recursos para alcanzarlo. Finalmente la última fase, cuando tienes todas las herramientas posibles y has decidido por dónde tirar, entonces te pones en marcha para conseguirlo. En este punto se puede decir que ya estás “adaptado” a tu nuevo hogar. Algunos hablan de una “quinta” fase, en la que vuelves a tu país de origen y como se te han pegado cosas de tu nuevo país, también sufres un “mini-choque cultural inverso". (os digo desde ya que las cañas NUNCA se me harán raras :D)

Puede que algunos de los que leáis esto pensaréis “Jo, pues a mí me pasó algo parecido cuando cambié de ciudad”. Exactamente, a mí ya me ocurrió lo mismo cuando me fui de Barcelona a Madrid, aunque en menor escala, ya que mientras te mueves por tu país el factor idioma es casi nulo y la diferencia cultural es mucho más pequeña.

De todos los cambios de ciudad/país que he pasado a lo largo de mi vida, he sacado una conclusión muy positiva: al principio, siempre tuve la sensación de no pertenecer a ningún sitio: no soy totalmente catalana, no soy totalmente albaceteña, en Madrid solo estuve 2 años y medio y aquí en Montréal soy inmigrante. Es una sensación de desarraigo que te hace sentir soledad y, a veces, incomprensión. Pero un día pensé que no es que no pertenezca a ningún lado, en realidad, pertenezco a todos los sitios en los que he vivido. Da igual donde vaya, porque conmigo va un poquito de Barcelona y del brillo del sol y el mar catalán, un poquito de Albacete y de los campos y viñas manchegos en verano, un relaxing cup of coffee con madrileños maravillosos, un poquito de España entera y, a partir de ahora, también un poquito de Montréal y del verdor y la nieve canadiense.

PD: Muchas gracias a mi artística primica R por ayudarme a buscar un programa para trastear fotos. Me lo voy a pasar bomba con mi nuevo amigo Picasa.

lunes, 30 de septiembre de 2013

¡Empecemos el Otoño con fuerza!

¡Hola a todos! 
Ha llegado el Otoño a Canadá. Los árboles están perdiendo su verdor y cambiando rápidamente a mil tonos de amarillos, marrones y rojos. Mires donde mires ves una estampa perfecta de esas de postal llenas de colores brillantes y otoñales. Ya se notan los días mas cortos y, aunque a medio día hace calorcito, por las noches refresca y hay que ponerse una mantita para dormir. Apetecen ya los cafés y los tes calentitos en lugar de fresquitos y con hielo y algunas casas han puesto en sus ventanas decoraciones otoñales con trigo dorado y calabazas enormes. 
Después de un largo verano sin escribir, disfrutando del verano montrealés, ¡en breve vuelvo y tendréis más y más divertidas aventuras de SaraE en Canadá! 

jueves, 4 de julio de 2013

Domingo 26 de Mayo: Día de los museos

¡Sorpresa! La que nos llevamos cuando nos enteramos de que el domingo 26 era el día de entrada gratuita a los museos de Montréal. Según nos han contado, los más espectaculares a nivel nacional están en Ottawa, pero en Montréal hay varios que son muy interesantes y que descubren al visitante la historia de la ciudad.

Nos planteamos visitar el museo de Pointe-à-Calliere y el Château Ramezay. Ambos se encuentran en el barrio de Old Montréal o Vieux Montréal, así que aprovechamos para visitarlo también.


La primera parada de camino Pointe-à-Calliere fue la Iglesia de Notre Dame. Montréal es una ciudad con muchísimas iglesias, pero hay tres fundamentales: Notre Dame, Marie Reine du Monde (la Catedral) y el Oratorio de Saint Joseph. Sin embargo, Montréal es una ciudad de fundación relativamente reciente, así que a mí, que soy una apasionada de las iglesias medievales europeas, las de aquí me parecen “demasiado nuevas”. Sin embargo, han sabido sacarles provecho, ya que en muchas de ellas se hacen espectáculos de proyección de luces en la fachada que son realmente bonitos.

Como estaba lloviendo bastante, fuimos directos al museo sin poder disfrutar apenas del barrio viejo. El Museo de Pointe-à-Calliere nos habla de la historia de Montréal desde los asentamientos de los pueblos nativos hasta la actualidad, incluyendo un audiovisual con proyección sobre una parte de los restos arqueológicos, varias salas con utensilios de diversos periodos por los que pasó la ciudad, muchas maquetas y muchos restos arqueológicos de  los cimientos de edificios antiguos. Muy recomendable para el visitante que quiera, en un par de horas, conocer a grandes rasgos la historia de la ciudad. Más tarde, paseamos un ratito por la zona de los muelles y el puerto. Llegamos hasta el Marché Bonsecours, en el que se puede encontrar actualmente diversas tiendas de productos québecois y artesanía inuit o de otras naciones nativas canadienses.


Ya por la tarde, visitamos el Château Ramezay, que actualmente es un museo pero también está catalogado como "emplazamiento histórico". Después de una hora y media de cola bajo la lluvia :). Pero mereció la pena. Se trata de una casa perteneciente originariamente la familia Ramezay, que luego fue pasando de manos y fue desde cuartel para las tropas inglesas hasta escuela. La casa guarda objetos domésticos de distintos momentos, cartas y diarios de los residentes y tiene algunas salas ambientadas como si fueran habitaciones de época. Otro punto de vista de la historia de la ciudad, en este caso más “casero”, del día a día de la gente y personal.


Finalmente... ¡sorpresa! las nubes ya no estaban y se quedó buen día, así que aprovechamos para pasear un rato por Old Montréal y degustar unos helados y cafés aromatizados, como no, con sirope de arce.

lunes, 10 de junio de 2013

Sábado 25 de Mayo: Gastro-curiosidades de Montreal.

Como ya os conté, mis Queridos Padres llegaron el día 22 para pasar unos días con nosotros. Y doy fe que les ha cundido la visita. Hemos visitado (casi) todos los lugares más conocidos y emblemáticos de Montreal y también hemos hecho una escapada de 4 días a Toronto y Niágara. Así que, lectores, haceos una taza de café o de té y preparaos a leer las aventuras de una familia de catalano-albaceteños-tomelloseros en Canadá. (Nota: para ver mejor las imágenes, clicad sobre ellas)

El sábado 25, aprovechando que los cuatro estábamos disponibles, organizamos una ruta en plan gastronómico. Primero fuimos a desayunar a Fous Desserts (como hacemos mi Sr. Marido y yo todos los sábados): un café americano calentito y unos ricos productos caseros de bollería y listos para afrontar el día con energía.

La siguiente parada fue el Marché Jean Talon, un mercado tradicional, abierto, con mucho encanto por el que pasearse tranquilamente y comprar productos frescos a muy buen precio directamente de los productores, tomar algo por los puestos de comida que hay o simplemente curiosear.



La visita fue de lo más interesante. Encontramos una tiendecita de aceites de oliva y especias en la que había, sorprendentemente, muchos tipos de aceites españoles (la "Marca España" no abunda por aquí, precisamente). Mi Querida Madre descubrió una montaña de latas grandes de aceites de Córdoba cogidas con cadenas finas. Al preguntarles a las chicas de la tienda, nos contaron que sufren muchos robos de los aceites buenos y que no tuvieron más remedio que sujetar las latas con cadenas ¡para que la gente no se las llevara!

Seguimos paseando y resultó que el mercado era mucho más grande de lo que yo pensaba. Hasta el punto que una zona muy grande estaba dedicada sólo a la venta de flores, árboles y plantas de verduras para sembrar. Si te metías un poco por los puestos, parecía que no había ciudad y que mágicamente te habías trasladado al País de las Maravillas de las Flores.


Más adelante, regresamos al paraíso de las verduras: pimientos, patatas, lechugas, frutas del bosque, calabacines, berenjenas... ¡de todos los tipos, tamaños y colores! Encontramos un puesto de patatas enorme con un montón de variedades de patatas. ¡No sabíamos que en el mundo hubiera tantos tipos de patatas diferentes! Muchos puestos de frutas la tenían cortada para que los paseantes la pudiéramos degustar, dejando un aroma estupendo y convirtiendo el paseo en una experiencia muy agradable para todos los sentidos. Luego, mi Querido Padre se puso a hablar con un comerciante de espárragos y resultó que el señor era de Águilas (Murcia) y que llevaba ya muchos años viviendo en Montréal. Fue muy “Españoles por el Mundo”.

A esas alturas eran ya casi las 2 de la tarde y ya empezaba a haber bastante hambre. Decidimos que era el momento de ir a probar el plato típico de Québec: la poutine, un plato a base de patatas fritas, salsa de carne (o gravy) y queso poco curado, generalmente cheddar, por encima. Claro que admite otras muchas versiones o adiciones de otros ingredientes. En Montréal hay dos sitios muy famosos para degustar la poutine: Montréal Poutine (en Old Montréal) y La Banquise (en Plateau). Nosotros nos decidimos por La Banquise porque ofrece una gran variedad de poutines con ingredientes variados y porque nos pillaba cerca. Y si debe de ser famoso, si, porque a pesar que eran las 2 y media de la tarde, ¡menuda cola que había para comer allí! Y eso que, por desgracia, nos hizo mal día y estuvo todo el rato lloviendo. Luego mereció la pena la espera, aunque he de confesaros que el plato no es lo más gourmet del mundo, pero mi Querido Padre y yo, que somos muy de la cerveza, aprovechamos para pedir cerveza negra québecois St Ambroise para regar la poutine.



Más tarde, y debido a las inclemencias del tiempo, decidimos irnos a tomarnos un té a casa y descansar un poco, porque el domingo 26 fue el Día de los Museos en Montréal y ¡lo aprovechamos a tope!