Ayer fue mi último día de
curso de francés. Me lo he pasado muy bien y he aprendido un montón. En mi
clase hay gente de distintas nacionalidades: china, india (de La India, no
nativos americanos), estadounidense, saudí, rusa y española. La profesora
propuso, como despedida, bien llevar
algún plato típico de nuestra cocina para hacer un brunch en clase, o bien salir a algún restaurante de la zona. Nuestra
compañera china, a la que llamaré Madame X., que es vice-presidenta de un hotel
en la ciudad, se ofreció como anfitriona y nos dijo que organizaría un Dim Sum en el restaurante de su hotel
para todos. Como lo único chino que conozco es el arroz tres delicias, los
rollitos de primavera y los productos de plástico a buen precio que venden en
cualquier tienda “de chinos” de España, pensé que sería buena idea ir a ver que
era un Dim Sum, disfrutar de un
agradable y multicultural brunch y conocer
más de cerca la cultura china.
Al final, sólo nos apuntamos
una compañera, la profesora y yo. El hotel, en pleno Chinatown, está construido con muchos detalles orientales. El
restaurante lo podéis ver en la foto superior. Nos quedamos impresionadas al
llegar. Teníamos una mesa preparada y como llegamos sobre las 10.30, apenas
había gente así que fue muy agradable oír el ruido del agua del estanque e
intentar mantener una conversación entendible en francés, para practicar
(sugerencia de la profesora). Mientras nos servía te en nuestros vasos, Madame
X. nos contó que el Dim Sum consiste
en sacar a la mesa una gran variedad de platos pero con una ración de “bocado” para
cada comensal. Se suele servir con té para beber y que se toma antes de la 1 o
las 2 de la tarde. De entrantes, teníamos un gran plato de trocitos de
naranja/plátano envueltos con papel de arroz. Había varias teteras con té de jazmín
en la mesa. A los cinco minutos, con los ojos como platos, empezamos a ver
llegar cestas y cestas y cestas y más cestas de bambú, con de todo dentro:
albóndigas de cerdo, pollo con especias, bollos al vapor rellenos con hongos,
empanadas al vapor de ternera y verduras, mini-sepias, rollos de primavera,
bolitas de arroz envueltas en hojas de loto... Total, que lo que pensábamos que
iba a ser una “degustación informal y ligera” de comida tradicional china
resultó que era “vamos a comer como en una boda”. Aún incumpliendo las normas
de educación chinas, según las cuales no puedes dejar nada en los platos cuando
te invitan, tuvimos que dejarnos algunas cosas, por ejemplo, ternera, ya que
una de las comensales, de origen hindú, no puede comerlo. Pero era inevitable,
porque ¡madre mia, que cantidad de comida! Así que le pedimos perdón cien veces
y le explicamos a Madame X. que ¡realmente ya no podíamos más! Finalmente,
Madame X. nos hizo un pequeño tour por su hotel y nos invitó siempre que
quisiéramos a ir a visitarlo, que siempre seríamos bienvenidas. Desde aquí, mi
agradecimiento a Madame X. por su invitación, por su cálida bienvenida y por
ser una perfecta anfitriona.
Lo pasamos en grande.
Salieron conversaciones de lo más interesantes como los distintos países o
ciudades donde habíamos residido, hábitos de nuestro país de origen y, sobre
todo, modos de cocinar y costumbres de alimentación en los distintos países.
Así fue como descubrí que en china comen pan muy de tanto en tanto y que cada
día comen cosas diferentes para desayunar, al contrario de lo que ocurre en
España, que somos más de costumbres fijas y, en serio, ¿alguien no come pan
mínimo un par de veces al día? Por otro lado, la cocina hindú, sobre la que
circula la idea de que todo es picante, resulta que gran variedad de platos no
llevan especias picantes.
Tuve la agradable sensación
de tener un gran mundo por delante que descubrir, mucha gente interesante por
conocer y muchas ideas preconcebidas que tirar abajo.