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domingo, 31 de marzo de 2013

Lunes de Pascua...¡Mona!

Desde que entramos a vivir a este apartamento, mi Señor Marido y yo hemos cogido la parejil costumbre de salir a desayunar el fin de semana a una pastelería que hay cerca de casa: Fous Desserts.

Es pequeña y encantadora, con un barra que da al ventanal de la calle y tres mesas para dos personas en el interior. Tienen un par de aparadores para exponer sus productos y lo llamativo es que están decorados con mucha gracia y que todo hace una buena pinta terrible, tanto que nos cuesta decidir qué vamos a tomar cada fin de semana. Además, la variedad no ayuda a tomar la decisión: cruasans, chocolatines (como llaman aquí a las napolitanas de chocolate), chocolatines con almendras, hojaldre de manzana, brioche de frutas, bizcochos de plátano o chocolate... Las tartas parecen de otro mundo, y son tan bonitas que da pena pensar que están hechas para comerlas: chocolate con frutas del bosque, minitartas con forma de conejito con orejas de chocolate, con frutos secos, cheesecake, de jarabe de arce... de lo que quieras. Nos reímos bastante antes de llegar, ya que vamos pensando “¿Qué cosas nuevas harán hoy? Es igual, va a estar bueno de todos modos”.

Lo guay es que hacen todo allí mismo, con productos naturales. De hecho, la zona donde preparan los productos, aunque está separada de la zona para clientes, está justo al lado, así que puedes ver como preparan cosas mientras te tomas un rico café americano y una chocolatine. Pero, ¡ay, amigos!... Una servidora, que es muy fan del chocolate, lo pasa mal a veces. Porque cuando se ponen a preparar cosas con chocolate y lo funden, huele deliciosamente por toooooooodo el local y a mí se me hace un agujero negro en el estómago de un tamaño considerable. Seguro que a más de un lector/a le pasará lo mismo... ¿eh, pillines? :)

Pues ayer, al ir a desayunar, nos llevamos una grata sorpresa: toda la tienda estaba llena de figuras de chocolate envueltas en bolsas de celofán transparente y cerradas con cintas de colores. Me ha hecho mucha ilusión, porque me ha recordado a mi tierra catalana y a la costumbre que tenemos en el Lunes de Pascua de recibir o regalar monas (amigos no catalanes, las monas en Cataluña son tartas con figuras de chocolate encima o simplemente las figuras de chocolate que se preparan para el Lunes de Pascua, no confundir con el “hornazo” de Jueves Lardero). Creo que nos ha hecho especial ilusión porque aquí la Semana Santa no tiene nada que ver con la española y nos resulta un poco extraño. Para empezar, ha estado haciendo buen tiempo con sol (¡jajaja!, menuda ironía). Además, no hay ni procesiones ni días festivos en los que todo cierra, como en España. Es más, mi Señor Marido tiene fiesta el lunes pero yo empiezo un curso de Francés (miedito), así que parece ser que los festivos no se los toman tan “en serio” como allí. Al menos, no los de Semana Santa, pero habrá que ver si el Canada Day hacen lo mismo.

¡Esperamos, si la lluvia os ha dejado, que hayáis pasado todos una buena Semana Santa!

miércoles, 20 de marzo de 2013

Montreal: un poco de todo


Como ya os conté en el primer post, desde principios de enero mi Señor Marido y yo vivimos en Montreal. Antes de que empiece a contaros los lugares que visitamos, las curiosidades con las que nos encontramos y las anécdotas que nos acontecen, creo que es un buen momento para haceros un resumen rápido de cómo es esto.


Montreal es una isla enorme en el medio del río San Lorenzo. Pertenece al estado de Québec, estado que limita al este con el Atlántico y los estados de New Brunswick y Newfoundland and Labrador, al norte con el estado inuit de Nunavut, al oeste con el estado de Ontario y al sur con EE.UU. La mayor parte de este estado, incluyendo Montreal, fue colonizada por franceses. A lo largo de la historia, este estado ha desarrollado un fuerte sentimiento independentista y la lengua oficial actualmente es el francés (es la segunda mayor ciudad francófona de occidente, detrás de París). Pero casi todo el mundo sabe inglés, así que si les pides educadamente que si te pueden hablar en inglés, todo el mundo lo hace sin problemas.



La distribución de los barrios es un poco complicada. Originalmente, Montreal (isla) se componía de distintas “municipalidades” o ciudades independientes, aunque sin espacio físico de separación entre ellas. En la década pasada, varias de esas municipalidades se unieron para formar Montreal, y otras decidieron mantener su estatus independiente. De manera que, para el turista, Montreal es una única ciudad-isla, pero para el residente, según donde vivas, pertenecerás a Montréal o a una de las municipalidades independientes (y eso afecta, y mucho, a la vida diaria, por ejemplo para ir al médico, para sacar la basura...). 

La distribución de las calles es bastante sencilla. Las calles, excepto en el barrio antiguo (Ville Marie), forman una cuadrícula (muy parecido a L'Eixample barcelonés o al Barrio de Salamanca en Madrid). La gente de aquí hace algo muy curioso para orientarse. Ellos “giran” mentalmente la isla un poco en sentido antihorario, así las calles quedan o bien en vertical o bien en horizontal. Puesto así, arriba es norte, abajo es sur, derecha es este e izquierda es oeste. Las indicaciones son sencillas, porque casi cualquier calle es “dirección norte o sur” o “dirección este u oeste".

Además, el Boulevard Saint-Laurent, uno de los más pintorescos de la ciudad, que va norte-sur, divide la ciudad en zonas este y oeste. Así pues, las calles perpendiculares a él también se dividen en este y oeste y tienen numeraciones para cada una. Por ejemplo, la Avenue Mont-Royal, puede ser Mont-Royal East o Mont-Royal West, y cada una es una calle/avenida diferente. Otras calles de referencia, grandes y conocidas, son Rue Saint Catherine, Av. Mont-Royal, Rue Sherbrooke, Rue Notre-Damme o Rue Saint-Denis.

En el centro de la ciudad hay una montaña que actualmente es un parque. Es el Parc du Mont-Royal, el más grande de la ciudad y desde el que se disfrutan vistas estupendas del río y las riberas. Además, en la rama sur del río (orientación nativa, ya sabéis, girando la isla y eso, para que vayamos practicando todos) hay dos islas que forman un parque. Se adaptaron para la Expo Universal de 1967 y ahora es el Parc Jean Drapeau. Y por el resto de la ciudad hay diseminados muchos parques, más grandes o más pequeños. 

Av. Mont-Royal

Y por último, nuestro piso está en el barrio Le Plateau Mont-Royal, un barrio céntrico y  preferido por parejas jóvenes urbanitas (y vivimos aquí gracias a que el alquiler de los pisos aquí es bastante más asequible que en España o que, incluso, en el resto de ciudades de Canadá). Es un barrio grande, con mucha vida, restaurantes, tiendas de todo tipo, terrazas en verano, así que en realidad no parece que estemos en una ciudad norteamericana, sino que tiene un aire europeo que hace que, a pesar de llevar poco tiempo, estemos bastante a gusto en la ciudad.


miércoles, 13 de marzo de 2013

Catalano-Manchegos por el mundo



Hace unos meses, a principios de octubre, estábamos mi Señor Marido y yo un miércoles cenando en nuestro piso en un pueblo cercano a Madrid. Como en (casi) todo hogar español, en nuestra casa se ha cenado siempre a las 9 de la noche, hora del telediario de Antena 3, porque nosotros somos muy fans de Matías Prats y de ese sentido del humor tan peculiar que tiene. Y en esas estábamos, con un tenedor en una mano y un trozo de pan en la otra, que suena el teléfono.

Mi Señor Marido desaparece en otra habitación. A los 10 minutos yo, que me preocupo por todo fácilmente, ya me estaba montando unas películas del género catastrófico dignas de un Oscar, cuando oigo que vuelve. Lentamente. Demasiado lentamente. Y mi Señor Marido aparece en la puerta de la cocina.

- Madremiaq’hapasao? – Pregunto yo así, tal y como lo habéis leído.

Y me contesta:

- Que me han llamado los de Montréal. Que nos vamos a vivir a Montréal.

Primero, nos quedamos mirando mutuamente con cara de “Perdona, ¿cómo dices?”. Después, empecé a preguntar miles de cosas seguidas, por ejemplo:

- ¿Pero te han llamado de X? ¿Y qué te han dicho? ¿Pero cuando hiciste esa entrevista? ¿Estamos hablando del Montreal de Canadá? ¿Pero, y cuando nos vamos? ¿CUÁNDO NOS VAMOS?...

Nos costó unos días asimilarlo. Nuestro sueño, por fin, cumplido. Vivir en Canadá. Luego, aún no sabemos cómo, todo empezó a ir muy rápido. Mudanza, preparación de papeles y certificados varios (y, en consecuencia, el inevitable hartazgo de lidiar con la burocracia), hablar con nuestros respectivos jefes para avisar de nuestra partida (¡!), actividades lúdico-festivas variadas en distintos puntos de la geografía española para despedirnos de amigos, regalos muy divertidos y prácticos de los susodichos amigos, dejar nuestro querido piso de alquiler al norte de Madrid, hacer muchas maletas, cambiar de orden las maletas, cambiarlas de orden otra vez...

Y cuando nos dimos cuenta, se había pasado la Navidad y estábamos despidiéndonos de nuestras familias, a punto de subir a un avión que nos llevaría rumbo a nuestra nueva vida...después de 3 horas hasta Munich, 6 de espera en Munich y otras 9 hasta Montréal.

La llegada fue impactante: unos impactantes -10 ºC al salir por la puerta del aeropuerto, con sólo un par de abrigos de paño del Zara para sobrellevarlos.

Y luego, vuelta a la velocidad: comprar abrigos y botas para nieve, hacer la tarjeta sanitaria y de la Seguridad Social, hacernos con un teléfono móvil, buscar piso (sin amueblar), Ikea, explorar un poco la ciudad, Ikea, Ikea otra vez, comprar conversores de enchufes y transformadores eléctricos como si los almacenáramos para un apocalipsis, desembalar cajas de la mudanza, Ikea de nuevo...

Y por fin, tras casi dos meses, ya estamos instalados en nuestro nuevo apartamento. Bueno, casi instalados... Escribo desde un Starbucks cercano a mi casa porque no tengo Internet en casa, y la compañía tuvo la bondad de aplazar la instalación hasta dentro de dos semanas. Tampoco tengo cortinas ni persianas en las ventanas y tengo todo el rato la sensación de que me observan. Sé que es un pensamiento muy "centrouniversal" de mi misma, pero os lanzo el reto: gente acostumbrada a ventanas con persianas, intentad ver una peli acurrucados en el sofá con vuestros consortes y consortas a las 10 de la noche con un ventanal abierto al mundo de par en par y os aseguro que el resultado de esa ecuación es intimidad igual a cero.

Pero la estrella de los traumas es, sin duda, que NO TENEMOS TELE. Si, amigos, no tenemos tele. Si quieres tener tele en este glorioso estado de Québec, tienes que contratar tele por cable, y en este momento, se nos escapa de nuestro presupuesto. Hemos pasado por varias etapas sobre esta carencia: primero, confusión (“Sin tele y sin cerveza, Homer pierde la cabeza”, pensamos); luego, negación (“No puede ser, seguro que es porque hay algo estropeado”); indignación (“¿Pero a qué clase de país hemos venido a parar?”); duda (“Oye, a lo mejor deberíamos coger tele por cable”). Y por último, aceptación y auto-convencimiento ("Seguro que no es para tanto no tener tele y al final estamos mejor"). Entre medias hubo algunos días de mono, es más, juraría que si me hubieran dado una tele con únicamente el canal 24 horas de Gran Hermano lo habría visto y todo...Y al final resulta que no tener tele es genial, aprovechamos más el tiempo y vemos sólo lo que nos interesa ver, y te deja tiempo libre para cosas importantes.

En toda esta amalgama de acontecimientos e idas de olla con periodos de morriña y alguna que otra vez preguntándonos “¿Habremos hecho bien en venir?”, he pensado varias veces en escribir un blog. Por muchas razones: porque yo he encontrado información muy útil en blogs de otros inmigrantes a Canadá, porque me gusta escribir, porque es una manera de que muchos amigos que hay en España puedan seguir mis andanzas por el Nuevo Mundo y, sobre todo, porque me apetece. Y finalmente me he decidido, aunque todo puede ser que mi PC explote en el transcurso de su creación y puesta en marcha (podéis preguntarle a mi Señor Marido, soy el terror de los PC, siempre la lío muy parda cuando hago cualquier cosa distinta a navegar con el Google Chrome o jugar al Tomb Raider).

Y aquí estoy, cumpliendo literalmente el “Año nuevo, vida nueva”: nuevo país, nueva ciudad,  nueva casa y nuevo blog. Sin embargo, algunas cosas buenas no quiero que cambien, como tener una taza de café o té calentita cerca, para que los buenos momentos sean aun mejores. 


SaraE  :)


PD:  Tras las dos semanas de espera, vino el técnico de internet y se volvió a ir sin poder instalarlo. Sigo sin internet y sin paciencia.